El Maracaná, un estadio reformado por la exigencia
El mítico estadio fue reinaugurado el 27 de abril de 2013 para que pudiese ser utilizado en la Copa Confederaciones, tras dos años y ocho meses de reformas. De los doce estadios que serán usados en el Mundial, cinco fueron modernizados, y otros siete construidos, entre estos últimos los de Brasilia y Salvador, que ya existían pero que fueron demolidos antes de ser erguidos con nuevas dimensiones, características y formas.
A diferencia de estos dos, los estadios de Río de Janeiro, Belo Horizonte, Curitiba, Porto Alegre y Fortaleza fueron reformados a partir de estructuras ya existentes y que se conservaron por ser parte del Patrimonio Urbanístico de sus respectivas ciudades.
Tal limitación hizo que el costo de las reformas en algunos casos superase o se equiparase al de un estadio nuevo.
La reforma del Maracaná, por ejemplo, tuvo un costo de 1,050 millones de reales (unos 456.5 millones de dólares), valor superior al que fue invertido para la construcción de cada uno de los estadios nuevos con excepción del de Brasilia, que exigió una inversión de 1,403 millones de reales (610 millones de dólares).
Mientras que el precio promedio por estadio reformado fue de 584 millones de reales (unos 253.9 millones de dólares), el precio promedio de cada uno de los siete construidos fue de 726.4 millones de reales (unos 315.8 millones de dólares).
Además de las inversiones necesarias para reforzar y ampliar estructuras existentes y que tendrán que soportar un peso mayor, el alto costo de la reforma obedeció a la necesidad de adecuarlos a lo que en Brasil pasó a ser conocido como “estándar FIFA”. Ello debido a que el país se comprometió a atender las exigencias del máximo rector del fútbol en lo relacionado a estadios, incluyendo sillas individuales y numeradas, balcones especiales para la prensa y balcones para invitados especiales, equipados con salas de descanso y comedores, entre otras.
Las exigencias se extienden a otras áreas que no habían sido previstas en los antiguos estadios, como tamaño y equipamientos en los vestuarios, salas de prensa para un gran número de profesionales, estudios de televisión, restaurantes, estacionamientos y facilidades de acceso para el público en general y para discapacitados en especial.
Todas estas exigencias hicieron, por ejemplo, que la capacidad del Maracaná, el estadio inaugurado para el Mundial que Brasil organizó en 1950, cayera de los cerca de 200,000 asistentes que llegó a albergar en algunos partidos, a solo 78,639 lugares. El mítico estadio fue reinaugurado el 27 de abril de 2013 para que pudiese ser utilizado en la Copa Confederaciones, tras dos años y ocho meses de reformas.
El templo ya había sido sometido a una reforma seis años antes para adecuarlo a las necesidades de los Juegos Panamericanos que Río de Janeiro organizó en 2007.
El Maracaná, palco de siete partidos en el Mundial 2014, incluyendo la final, será el segundo estadio en albergar dos decisiones mundialistas, tras la derrota por 1-2 que Brasil sufrió en casa ante Uruguay en la final de 1950. El único estadio hasta ahora testigo de dos finales de Mundial es el Azteca de México (1970 y 1986).
Según la municipalidad de Río de Janeiro, del antiguo estadio tan solo restó la fachada, considerada intocable por el Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional.
Para garantizar la comodidad y la seguridad de los espectadores en los 124.000 metros cuadrados de área construida, la reforma dotó al estadio con 17 elevadores y 12 escaleras eléctricas, además de las seis rampas que antes permitían acceso a las cinco plantas.
El Maracaná también ganó cómodas sillas de colores que le dan un visual especial, así como cuatro pantallas de 98 metros cuadrados, un sistema de sonido con 78 parlantes, uno de iluminación con 396 reflectores y tecnologías para el aprovechamiento de agua de lluvia.
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